Es sin dudas una de las obras más desafiantes y complejas del repertorio vocal contemporáneo. Pertenece a la última etapa creativa del autor en la cual confluyen textos de la literatura victoriana (Lewis Carroll, William Brighty Rands y Heinrich Hoffmann), conjuntamente a todas las influencias propiamente musicales que van desde el contrapunto renacentista, pasando por la parodia y la paráfrasis, hasta las más intrincadas relaciones rítmicas derivadas de diversas culturas: las polirritmias de las tribus pigmeas, el jazz, la música afroamericana, la música de Conlon Nancarrow, por citar sólo algunas. Más allá de la contundente síntesis estética alcanzada por Ligeti tanto en esta composición como en otras pertenecientes a este período, Nonsense Madrigals plantea una experiencia que roza el límite de las posibilidades técnicas por la naturaleza propia del instrumento: la voz. Si bien Ligeti siempre consideró la escritura musical en términos pragmáticos, contemplando inclusive la cota de error admitida en cada una de sus obras en relación a la interpretación, hay un estado casi ideal que la obra deja asomar sólo cuando se llega a la justeza más extrema en relación a la afinación exacta y el rigor rítmico-métrico. Este fue sin dudas uno de los desafíos que Nonsense ensamble vocal de solistas debió abordar en varias etapas de estudio en un trabajo sostenido durante casi tres años.
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